Durante mucho tiempo, casi toda su vida con un pequeño impasse durante los años del primer peronismo, deporte y universidad estuvieron peleados en Argentina. El modelo que rige históricamente en las escuelas es el de la educación física, no el de la práctica deportiva, por lo cual desde abajo, desde los años mozos de cualquier atleta, el lugar para hacer deporte no fue en las escuelas sino en los clubes.

A las universidades se llega, en nuestro país, con ese formato. Todas las universidades cuentan con instalaciones deportivas, pero, sin una competencia exigente, la práctica fue durante mucho tiempo apenas un hobby. Hoy, cuando desde el Estado se intenta que el deporte comience a ser protagonista del sistema educativo, reactivando los viejos torneos (Juegos Evita y la reforma de los Juegos Universitarios para que sean verdaderamente nacionales), asoman apenas algunos programas universitarios deportivos destacables (el atletismo de la UNLP, por ejemplo); pero en la mayoría de los casos, se está lejos de la organización y los resultados del deporte federado y, también, del deporte universitario y de alto rendimiento internacional.

En ese sentido, la revolución JUAR, como la revolución Enard (aunque la de los Juegos fue pensada desde las bases, desde abajo hacia arriba) tardará en mostrar sus resultados en una Universiada como la que comienza en Gwangju, Corea del Sur, mañana 3 de julio (aunque, a diferencia del alto rendimiento, las universidades no pretenden colgarse medallas sino sencillamente generar espacios competitivos para el desarrollo del deporte y sus valores de solidaridad, salud, trabajo en equipo, etc.).

En esta edición de los Juegos Universitarios, la delegación encabeza por el recordman argentino en 110 vallas Agustín Carrera buscará volverse con alguna medalla, que ya tendrá sabor épico: en 27 ediciones, Argentina se ha alzado con cuatro medallas

El abismo seguirá existiendo por una razón sencillamente económica: Argentina invierte, en cada deportista y aún con el aumento sistemático de los presupuestos universitarios durante las últimas gestiones políticas, muy por debajo de la media. A la cabeza del ranking, muy por encima de todos, está Estados Unidos.

El país del norte no tiene un sistema de ligas deportivas y semilleros por fuera de las universidades, como el argentino: todo pasa por los establecimientos educativos, criaderos de sus grandes atletas profesionales que consiguen un diploma en las más prestigiosas escuelas gracias al deporte. Los establecimientos, además, son privados: se estima que, dentro de ese sistema (excepcional, diferente), expenden 30.000 dólares por alumno.

A tal punto existe una brecha que Estados Unidos no manda a su equipo A a los Juegos Universitarios: sus mejores atletas universitarios apuntan a los Olímpicos. El sistema estadounidense, de todas maneras, es excepcional, alimentado por ingresos televisivos y recaudaciones millonarias a pesar de mantener su estatus amateur. Un detallado informe del blog Educación en USA desentraña en el negocio, y recientemente John Oliver lo destripó en su talk show:

Pero más allá del caso EEUU, son muchos los países que superan en inversión a Argentina: naciones como Noruega, Suiza, Canadá o Japón, pero también Brasil, Hungría, Eslovenia y la República Checa. Y en esta edición de los Juegos Universitarios, la delegación encabeza por el recordman argentino en 110 vallas Agustín Carrera buscará volverse con alguna medalla, que ya tendrá sabor épico: en 27 ediciones, Argentina se ha alzado con cuatro medallas; dos fueron en Kazan 2013, la última edición, producto de las actuaciones de los judokas Alejandro Clara y Samatha Kessler.

Las cifras, de todos modos, no son indicativos absolutos de nivel: nuestro país, que invierte algo más de 4.000 dólares por deportista universitario, gasta prácticamente lo mismo por cabeza que China y Rusia. Por supuesto, su inversión se divide en una población mayor y, como el de nuestro país, su programa de alto rendimiento pasa por afuera de las universidades, a partir de selecciones que entrenan especialmente para el alto rendimiento becadas por el Estado.

Lo interesante para Argentina es su evolución: la política esencial de los JUAR y el acompañamiento del Ministerio de Educación en el alto rendimiento universitario marca el fin de años de divorcio entre las carteras de educación y deporte. El Estado hace énfasis, subrayado por la propuesta para retocar la Ley de Deportes actual, en el deporte como herramienta de inclusión y, en ese sentido, busca mejorar las condiciones de su práctica y acceso en las instituciones públicas. Para el debate, claro, queda lo planteado anteriormente: ¿qué sentido tiene crear nuevas estructuras, cuando en los clubes, asociaciones civiles subsidiadas por el Estado, las instalaciones ya existen? ¿Por qué no seguir tejiendo puentes entre los sectores y comenzar a zanjar también el divorcio entre deporte federado y deporte en establecimientos educativos?

Fuente: Desayuno de campeones

 

 

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