Los Juegos Olímpicos Universitarios (O Universiada) son un evento deportivo internacional organizado por la FISU (Federación Internacional de Deporte Universitario). Celebrado bajo el lema ‘Excelencia en la mente y el cuerpo’, los estudiantes universitarios de todo el mundo participan en este evento para avanzar en el desarrollo de la educación y la cultura, construir la amistad a través del deporte y la deportividad de honor.

Es el evento deportivo más grande después de los Juegos Olímpicos. Los Universiada se celebran cada dos años como evento deportivo, con la participación internacional de estudiantes universitarios. Se divide en la Universiada de Verano y la de Invierno, en diferentes ciudades. 

Para ser elegibles para participar, los deportistas deben ser estudiantes de pregrado o posgrado entre las edades de 17 y 28, a partir del 1 de enero del año en que se realiza, o haberse graduado en el año inmediatamente anterior al año del evento.

El 48% de los medallistas olímpicos es también medallista de estos juegos.

Los récords en la mayoría de los deportes, como atletismo y la natación, superan a los de los Juegos Asiáticos y Panamericanos, y en la mayoría de los países los atletas universitarios se nutren como los líderes de la próxima generación en el deporte.

Cómo lo vive Martín

“Cuando recién comenzaba a hacer mis primeras armas en el periodismo, allá por los años 2004 y 2005, trabajando en La Opinión Austral -entre otros medios gráficos, escritos y radiales de mi querida ciudad- y mi perfil se iba inclinando hacia la cobertura de hechos culturales y deportivos, soñaba con vivir, por ejemplo, de trabajar en el ámbito del fútbol profesional. Escribir, hablar y/o generar debates y/o discusiones relacionadas a clubes como River, Boca o la Selección Argentina; entrevistar a jugadores como Lionel Messi, Kun Agüero o Juan Román Riquelme, o a entrenadores de la talla de Carlos Bianchi, Ramón Díaz o Alejandro Sabella. Cholulismo, más que periodismo, por decirlo

 

-ultra vulgarmente- de alguna manera. Hasta que sucedió. Todo eso se hizo realidad más rápido de lo que yo esperaba. Tan rápido que tardé demasiado en darme cuenta de que sería algo que marcaría mi vida y mi carrera para siempre. El cachetazo no fue duro, todo lo contrario. Un golpe de seda que me llevó a mostrar interés por otras cosas, otros estilos de vida. No sé si por ambición personal, porque uno siempre busca algo más, o qué. Pero estaba en la búsqueda de otras cosas que renueven mi aire y mis ganas.

Esta vez, trabajando para DeporTV, donde felizmente ejerzo mi carrera como periodista, tengo la chance de escribir esta columna desde la ciudad de Gwangju, en Corea del Sur, donde se está llevando a cabo la vigésimo octava edición de los Juegos Olímpicos Universitarios. Y caí.

Lo que se vive aquí con el deporte amateur nada tiene que ver con las grandes estrellas mundiales que hacen desastres con la redonda. Argentina, con una delegación de noventa deportistas, participa en quince disciplinas. Y ni siquiera presentó -por cuestiones de presupuesto y de tiempos para la inscripción- equipo de fútbol. Aquí todo es no convencional, por lo menos para los fanáticos ciegos del once contra once: atletismo en sus distintas ramas, natación, tiro con arco, vóley -único deporte en equipo que (muy bien) nos representa y que logró la medalla de bronce tras vencer a Taiwán en el partido por el tercer y cuarto puesto-, esgrima, judo, taekwondo y algunos más. Disciplinas que se pueden disfrutar en los Juegos Panamericanos de Toronto, por citar actualidad, o en los Juegos Olímpicos que se realizan cada cuatro años y que tendrán cita en Río en 2016.

Acá lo importante no es participar. Toman parte campeones olímpicos y mundiales en todas las disciplinas, y el nivel es realmente muy alto. Todos se preparan para ganar y llevarle una alegría a su pueblo. Pero en muchos casos, aún sabiendo que van a ser superados y que llegan sin chances, los atletas siguen o mejor dicho buscan, como dice el tango, “el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe(n) que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha(n) y se desangra(n) por la fe que lo(s) empecina”. Algo así como una muestra de hidalguía y dignidad que el deporte tiene el placer de sacar a flote en momentos difíciles.

Ellos lograron hacerme dar cuenta de que no todo es fútbol, de que no todo es Messi; de que el esfuerzo y la pasión también se ve en otros deportes, de que el sacrificio no se negocia, aunque no haya millones de dólares en juego ni empresas multinacionales de comunicación interesadas en, por ejemplo, televisarlos. 

Los deportistas argentinos me hicieron parte de su delegación. Soy uno más de ellos y, además de difundir sus actividades para la TV, permiten que pueda vivirlo desde adentro, desde el núcleo hacia afuera, y apreciar cómo transpiran la celeste y blanca para que todos nos golpeemos el pecho diciendo con orgullo cuánto amamos el lugar de donde venimos, frente a los deportistas de los 165 países que participan de esta hermosa locura deportiva que es Gwangju 2015. No importa cuántas medallas se obtengan. De hecho, sólo se ha logrado el mencionado bronce en vóley. La cosecha, además, se limita a un diploma por quinto puesto en arquería y otro por séptimo puesto en remo. Pero da gusto verlos entrenar y salir cada cual a su territorio de acción con la responsabilidad y el compromiso con que lo hacen.

Es acá donde puedo ver que aunque estos atletas no sean tapa de revistas, aunque no tengan novias modelos o novios famosos, llevan en la sangre la competencia y las ganas de mejorar. Y en este camino se incluye la educación: son estudiantes universitarios, aunque muchos de ellos tengan como prioridad su disciplina en particular. Saben trabajar en equipo aún en los deportes de formato individual; todo el tiempo se dan la palabra de aliento y contención, aunque sea la primera vez que la vida los cruza. 

El deporte son valores y en estos juegos esos valores se hacen más visibles porque Argentina no es potencia. El medallero lo lideran, como ya es costumbre en los Juegos Olímpicos que todos conocemos, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido. 

Lo que estoy viviendo es una experiencia fascinante y que no voy a olvidar jamás, porque estos chicos me han demostrado y dejado claro que, más allá de los logros y las posiciones conseguidas, dar lo mejor es lo que hace que se puedan ir a dormir tranquilos. Porque tienen un compromiso con cuarenta millones, aunque esos cuarenta millones ni se enteren. Porque no se abandona aunque se pierda. Porque aunque no se pueda, se puede. Porque la bandera tira y el orgullo también. Pero por sobre todas las cosas, porque son argentinos. Aunque no sean Messi”.

Un loco lindo

Martín Melo terminó su secundaria en Río Gallegos y fue parte de algunas redacciones de diarios. Siempre con una sonrisa y la mirada pícara, supo comprarse la estima de quienes lo tuvieron como compañero de tareas. El buen ánimo y el reconocido fanatismo por su ‘River’ fueron una constante. Viéndolo con 17 años, tan entusiasmado por seguir una carrera como periodista deportivo, surge hoy la satisfacción de aquellos que lo conocimos de que con 30 años haya logrado su objetivo. Sin dudas, queda mucho trayecto por delante. Desde este lugar y para quien te conoció de ‘purrete’, vaya un saludo especial. Felicitaciones, sigue volando y demostrando que todo es posible con perseverancia y sacrificio.

Fuente: La opinión austral