El cierre de los Juegos Olímpicos Universitarios en Corea del Sur y un balance de la situación de Argentina.

 

Los Juegos Olímpicos Universitarios «Gwangju 2015» van llegando a su final y los deportistas empiezan a abandonar la villa olímpica. Como la competencia en ciertas disciplinas permitía la obtención de marcas clasificatorias para los Juegos Olímpicos de Río 2016, la villa se colmó de figuras de renombre. Para los atletas argentinos ha sido la posibilidad de enfrentarse con rivales de jerarquía. En algunas disciplinas el golpe fue duro. Salvo los países americanos, que tienen a sus mejores atletas en Toronto para los Juegos Panamericanos, el resto del Mundo dijo presente en Corea del Sur. En algunas disciplinas fue tan alto el nivel de la competencia, que se quebraron records mundiales (arquería por ejemplo). Los resultados expusieron una realidad insoslayable: las diferencias cualitativas que se palpan en la Argentina, en cuanto a deportistas de alto rendimiento y deportistas universitarios, lejos están de replicarse en Estados Unidos, en varios países de Europa y ciertos de Asia. 

El acceso a la práctica deportiva es un derecho del individuo, que en Argentina está contemplado dentro de la currícula escolar inicial (no al nivel que debería estarlo), pero casi desaparece en el ámbito universitario. El ingreso al sistema de educación superior se convierte en un factor predisponente para el sedentarismo. La última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2013, del Ministerio de Salud de la Nación, muestra datos alarmantes en relación al bajo nivel de actividad física y sus consecuencias. El 55,1% de la población no cumple con las recomendaciones mínimas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 30 minutos por día cinco veces a la semana. En la actualidad, el 57,9% de los argentinos tiene exceso de peso y se estima que, si todo sigue así, serán dos de cada tres los excedidos en el 2020. 

Al carecer de una competencia con tradición deportiva que comience en la escuela, prosiga en la universidad y desde ahí se conecte con los seleccionados nacionales, el deporte argentino evolucionó en compartimientos estancos. Los revolucionarios Juegos Evita no tuvieron continuidad en el tiempo y quedaron embanderados políticamente sin formar parte de una decisión estratégica del Estado. Otros Juegos Interprovinciales o con países limítrofes, como los Trasandinos o los de la Araucanía, aparecen y desparecen según la disponibilidad. Las competencias entre institutos privados, se rige por su cuenta y no se cruza con el resto. Todas ellas son destinadas a niños y adolescentes jóvenes. A partir de cierta edad, pareciese como que la sociedad impone un quiebre: ya no es tiempo de jugar, es hora de estudiar y progresar laboralmente. Por fortuna, desde hace un par de años, el tema del deporte universitario está empezando a entrar en agenda. Se crearon los Juar (Juegos Universitarios Argentinos) donde compiten todas las universidades del país y los seleccionados universitarios progresivamente van incrementando su participación en las contiendas internacionales, sean Mundiales por deporte o el Juego Olímpico Universitario. 

Lamentablemente, en la historia del deporte argentino, la competencia universitaria no ha tenido un lugar relevante. El bajo nivel competitivo trajo aparejada una escasa relevancia pública. La ausencia de una competencia fuerte entre universidades y la gratuidad de la educación superior condicionaron su desarrollo. La entrega de becas formativas para atraer a los mejores deportistas es una práctica habitual en los países donde la educación indefectiblemente es paga. El acceso libre y gratuito es un valor diferencial del sistema educativo argentino y un factor positivo para el desarrollo sociocultural de la población, pero las universidades se focalizaron exclusivamente en potenciar el desarrollo de la mente y olvidaron el resto del cuerpo, cediéndole el protagonismo absoluto del deporte a los clubes.

Así como el ingreso a la Universidad condiciona el nivel de actividad física del alumno, en muchos casos, el alto rendimiento deportivo puede aplazar o posponer la carrera universitaria en el atleta. ¿Cuantos alumnos universitarios han tenido las últimas delegaciones olímpicas argentinas? No muchos. El caso a destacar siempre es el de Paula Pareto, la judoca que se recibió de médica en la Universidad de Buenos Aires. Cuanto más dinero retribuye el deporte en cuestión, menor es el nivel de instrucción que alcanzan los deportistas. En Estados Unidos, Canadá y varios países europeos, la participación de deportistas universitarios dentro de las delegaciones olímpicas ronda el 85%; en la Argentina no llegaba al 50%. Conociendo esta diferencia, es loable el esfuerzo que están realizando el Enard, la Secretaria de Deportes y la FeDUA (Federación del Deporte Universitario Argentino) para promocionar el desarrollo integral del deportistas: deporte y estudio, no deporte o estudio. 

A Corea del Sur llegaron ochenta y nueve atletas para competir en catorce disciplinas (sobre 21 posibles): Atletismo, Bádminton, Esgrima, Gimnasia (Artística y Rítmica), Golf, Judo, Natación, Remo, Taekwondo, Tenis, Tenis de Mesa, Tiro con Arco, Tiro Deportivo y Voley. Mientras algunos comenzaron el largo camino de vuelta (36 horas, vía Doha y Sao Paulo), el voley está festejando su logro. El equipo que dirige Waldo Kantor venció 3 a 1 a Taiwán, en el juego por el tercer puesto, y con el triunfo consiguió la única medalla de la delegación y la primera de un deporte colectivo en la historia de la Universiada. Todavía queda mucho por hacer, pero el deporte universitario da muestras de estar en franco crecimiento. Es sólo cuestión de apoyarlo y darle tiempo.

Fuente: Informe Escaleno

 

Artículos Relacionados